Vuelven a estar de moda los tacones imposibles. Es cierto que el diseño y calidad han mejorado, pero las consecuencias de su uso son las mismas.
Al subirnos a nuestros maravillosos zapatos de tacón, que tanto realzan nuestras piernas y con los que nos sentimos divinas, todo nuestro cuerpo se ve afectado. Un ajuste postural global se produce como respuesta al desplazamiento hacia delante que nuestro centro de gravedad sufre.
Cuando elevamos el talón, el tobillo se sitúa de manera continua en flexión plantar, es decir, el empeine apunta hacia el suelo, haciendo que toda la presión del apoyo se sitúe sobre el antepié, en vez de estar repartido de manera equilibrada entre talón y metatarsianos (base de los dedos).
La consecuencia de ello no solo son callos, dedos martillo, juanetes, dolor en los metatarsianos, sino que se produce un acortamiento crónico de los músculos de la pantorrilla (sóleo, gemelos y tendón de Aquiles) que afecta y distorsiona totalmente la biomecánica de nuestra pisada. Esto produce tensión en toda la cadena posterior repercutiendo a la columna vertebral, ya que genera una mayor carga postural en los erectores espinales (musculatura lateral de la columna vertebral, encargados de mantener la postura de la columna).
Las rodillas, la pelvis y la columna lumbar se ven afectadas en relación a la línea de gravedad, lo que da lugar a lumbalgias y lumbociáticas, así como dolor en las rodillas.
A mayor altura del tacón, mayor será el desajuste y el desequilibrio. A partir de los 5 cm. de tacón, el desajuste de la alineación y el deterioro empiezan a ser importantes.
Así que no te olvides, los tacones, sólo en ocasiones especiales. Nos los hagas protagonistas de tu vida. Y cuando te bajes de ellos, estira y masajea tus piernas y pies.
Deja una respuesta