Calambres musculares, ¿qué son y cómo evitarlos?

Calambre muscular

Los calambres musculares son posiblemente una de las dolencias leves más desagradables que hayas experimentado. Especialmente porque los calambres «atacan» cuando menos te lo esperas, ¡a veces incluso mientras duermes!

Bromas aparte, los calambres musculares se caracterizan por una contracción involuntaria, súbita y exagerada de uno o varios músculos, que puede durar unos segundos o incluso algunos minutos. No reviste gravedad; aunque en ocasiones la tendencia acusada a padecer calambres musculares puede ser síntoma de otra dolencia (relacionada con el sistema nervioso central, puede ser el pinzamiento de un nervio), por lo general se debe a otros motivos que pueden englobarse en: oxígeno insuficiente en el músculo, falta de minerales o una mala transmisión de órdenes de tipo nervioso.

Calambres musculares por falta de oxígeno en el músculo

Para obtener energía durante el ejercicio, el músculo oxida la glucosa con el oxígeno que respiramos, transformándolo en energía. Cuando realizamos un esfuerzo prolongado o para el que nuestro organismo no está preparado, no existe un suficiente aporte de oxígeno para convertir la glucosa en energía, y esta se transforma en ácido láctico. Se cree que la acumulación de ácido láctico en un músculo provoca los temidos calambres musculares.

Otro efecto de la mala oxigenación del músculo podría venir cuando estamos durmiendo y no está llegando suficiente sangre al músculo porque estamos haciendo la digestión y la sangre está en el sistema digestivo.

Prevención: conocer los límites de nuestro propio cuerpo y no sobrepasarlos es una medida bastante inteligente. Un entrenamiento controlado y adaptado es un entrenamiento mucho más efectivo. Un buen estiramiento post-ejercicio y un poco de automasaje, así como terminar nuestra ducha con agua fría, hará que nuestros músculos tengan una mejor irrigación sanguínea.

Calambres musculares por falta de minerales

Tomemos los dos movimientos que puede realizar un músculo: contracción y relajación. Somos química, y estos movimientos se producen con la intervención de dos proteínas: miosina + actina. Durante la contracción muscular, miosina y actina se unen. Durante la relajación, la miosina se libera. Sin embargo, para liberarse y por tanto relajar el músculo, la miosina necesita asociarse con otras sustancias, entre ellas el magnesio y otros electrolitos como el sodio o el calcio. Estas sustancias disminuyen durante el ejercicio, por lo que la miosina no puede liberarse, el músculo no puede entrar en la fase de relajación y aparece el calambre muscular.

Prevención: imprescindible una correcta alimentación rica en vitaminas y minerales como el magnesio y calcio, y una correcta hidratación para evitar la pérdida de electrolitos.

Calambres musculares por un defecto en la transmisión neuromotora

Las motoneuronas son las neuronas que transmiten desde el cerebro las órdenes al sistema motor y por tanto a los músculos. Cuando realizamos un ejercicio excesivo y llevamos al músculo al punto de la fatiga muscular, se produce un efecto rebote: una sobreexcitación de las motoneuronas unido a un descenso de las señales que indican al sistema nervioso central que hay que descansar. Eso nos permite seguir y seguir a pesar de la fatiga, pero puede llegar a provocar contracciones involuntarias del mismo, es decir: calambres musculares.

Prevención: estirar la musculatura aumenta las señales inhibitorias del sistema nervioso central al músculo, previniendo la aparición de calambres musculares.

En todos los casos, la moraleja parece estar clara: no hay que forzar al cuerpo más allá de sus límites. Muchas personas aficionadas al deporte piensan que si no entrenan duro no están superando barreras, no están haciendo suficiente esfuerzo. Esto es un autoengaño, realizar un plan de ejercicio controlado que permita a nuestro organismo ir adaptándose a sucesivos objetivos crecientes, es mucho más eficaz y permite obtener resultados sin abusar del cuerpo.

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